Compromiso

En el caminar del tercer milenio la religiosa está llamada a dejarlo todo e imitar más de cerca a Jesucristo, asumiendo un papel sumamente pedagógico para el Pueblo de Dios. Por ello, la vida consagrada es un don y el compromiso de una dominica, en quien Dios ha puesto sus ojos, sintiéndose amada y llamada por Él; se identifica en la vivencia de estos cuatro pilares de la vida dominicana:

La Oración:

La vida de la dominica está animada por la oración personal y la oración comunitaria, para llegar a la contemplación, lo que Santo Tomás de Aquino supo sintetizar magistralmente, “Contemplari et contemplata aliis tradere” contemplar y dar a otros lo contemplado, he allí la fibra de la dominica.

“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.” La Eucaristía es la celebración más grande, más profunda, más elevada; la más rica y magnífica para el corazón y el espíritu de la dominica; no tiene precio, es de valor infinito; la dominica es cristocéntrica, su corazón, su vida y todo su ser están fijados en la Eucaristía, centro y cúlmen de la vida cristiana. «Para que la vida comunitaria mantenga un ritmo de vitalidad y alegría y nos confiera la fuerza necesaria para nuestra labor apostólica, debe alimentarse de la Palabra de Dios, de la oración Eucarística, la cual es a la vez signo de unidad.» (Const.DIC 34)

La Vida Fraterna:

“¡Qué bueno y qué tierno es ver a esos hermanos vivir juntos!” Salmo 133, 1. La vida comunitaria es un pilar esencial de nuestra vida religiosa y dominicana. San Agustín inicia su Regla en estos términos “con este fin se han reunido en comunidad, para vivir unánimes y tener una sola alma y un solo corazón en Dios”.

Nuestra Madre fundadora nos dice, «Que cada una trabaje por la perfección del edificio común, es decir la Comunidad, la Congregación, para corresponder a los favores que el cielo nos concede». La Comunidad es un don, una vocación que el Señor regala a la dominica para capacitarla a vivir con las hermanas el Proyecto común de amor que Él tiene para su Pueblo; al responder a este llamado personal con alegría, las hermanas forman la comunidad con las repuestas de amor y generosidad.

El Estudio:

La dominica es una buscadora de la Verdad, por eso estudia en el libro de las ciencias humanas y divinas, aquello que la lleve a la Verdad, para dejarse iluminar y después iluminar a la humanidad. En la Lectio Divina bebe del manantial del mismo Verbo que se da por entero al corazón de la consagrada. Nuestro Padre Santo Domingo fue el hombre de la Palabra, de la Palabra leída y estudiada con la inteligencia pero sobre todo con el corazón y bebe allí la sabiduría para contemplar y dar lo contemplado, para hablar con Dios y de Dios solamente.

Nuestra amada fundadora aprendió desde joven el arte de estudiar y esto la hizo descubrir su vocación de maestra y docente que comenzó a ejercer con gusto desde su adolescencia y aún en la plenitud de su vida gustaba de enseñar a sus ciegos a estudiar, y aprender con las yemas de sus dedos a descubrir la música de cada nota para alegrar la vida, recordando que aprendió la música estudiando muchas horas cuando era adolescente.

Siendo elemento sustantivo en la vida de la dominica, “El estudio asiduo alimenta la contemplación, fomenta con lúcida fidelidad el cumplimiento de los consejos evangélicos; por su misma continuidad y dificultad, implica una forma de ascesis y es una excelente observancia en cuanto elemento esencial de toda nuestra vida». (Const.DIC 47 § IV).

La Predicación:

“Contemplari et contemplata aliis tradere” contemplar y dar a otros lo contemplado, he allí la fibra de la dominica. La predicación nace de la oración de un corazón que sabe amar y que se sabe amado, por eso su diálogo con Él, es cercano, íntimo, permanente, confiado y celebrativo.

La comunidad es la gran orquesta que logra interpretar el amor de los que se sienten amados y llamados por el mismo amor, y con los ojos metidos en los libros de la ciencia –humana y divina– quieren hacer un canto coral multicolor, sonoro, amplio y que suene agradable a los oídos de la humanidad, y así queden todos enamorados del Creador de la canción. Hacer que la humanidad entienda, goce y cante esta canción coral sería la esencia de la predicación.

La dominica es Evangelio en acción a través de la educación, llevando la Luz y la Verdad de Cristo, haciendo así su predicación fecunda, contemplando el esplendor del rostro de Cristo de tal forma que a través de su testimonio, la humanidad perciba el rostro del Señor Jesús.